Profissão de Fé do Blog.

Profissão de Fé do Blog "Creio em um só Deus, Pai onipotente, Criador do céu e da terra, de todas as coisas visíveis e invisíveis. E em um só Senhor, Jesus Cristo, Filho Unigênito de Deus, nascido do Pai, antes de todos os séculos. Deus de Deus, Luz de Luz, Deus verdadeiro de Deus verdadeiro. Gerado, mas não feito, consubstancial ao Pai, pelo qual foram feitas todas as coisas. Ele, por causa de nós, homens, e nossa salvação, desceu dos céus. E se incarnou por obra do Espírito Santo, da Virgem Maria. E se fez homem. Foi também crucificado por nós; sob Pôncio Pilatos, padeceu e foi sepultado. E ressuscitou ao terceiro dia, segundo as Escrituras. Subiu ao céu, está sentado à direita do Pai, de onde há de vir segunda vez, com glória, a julgar os vivos e os mortos; e seu reino não terá fim. Creio no Espírito Santo, que é Senhor e Fonte da Vida e que procede do Pai e do Filho. Com o Pai e o Filho é juntamente adorado e glorificado, e é o que falou pelos Profetas. Também a Igreja, una, santa, católica e apostólica. Confesso um Batismo para remissão dos pecados. E espero a ressurreição dos mortos, e a vida do século futuro." Amém.

sexta-feira, 30 de novembro de 2012

Rezemos pelas almas....

Rezemos sempre pelas pobres almas que padecem no Purgatório

Mons. José Basílio Pereira
 livro de 1943 - 108 págs
(Transcrito por Carlos A. R. Júnior)


"Santa Brígida viu, um dia, ante o So­berano Juiz, uma alma do Purgatório, que estava trêmula e confusa e a quem era intimada que declarasse publicamente os pecados que não tinham sido seguidos de penitência suficiente e que lhe haviam me­recido a punição que sofria.
A alma exclamava com uma voz que cortava o coração: Infeliz de mim, infeliz! — e em soluços, fazia a enumeração de tudo o que a manchava e prendia tão longe do Céu.
Não reproduziremos essa visão, mas dela extrataremos a relação das principais faltas que, como vermes roedores, torturam uma pobre alma do Purgatório.
«Perdi meu tempo, esse tempo bem pre­cioso do qual todos os momentos podiam servir para expiar meus pecados, praticar uma virtude, merecer o Céu: eu o perdi em conversações fúteis, em ocupações banais e sem objeto, em leituras recrea­tivas demasiado prolongadas; — é por isso que sofro!
Esqueci por negligência minhas penitên­cias sacramentais: as fiz mal por dissipação, e aceitei-as sem espírito de fé: — é por isso que sofro!
Caí em murmurações contra meus supe­riores, meu confessor, meus parentes; mur­murações leves, sem dúvida, mas partidas do amor próprio magoado, da falta de res­peito, do ciúme; — é por isso que sofro!
Consenti em pensamentos de vaidade a respeito do trajar, sobre os acessórios da casa, acerca de predicados de família; vesti-me com orgulho, segui as modas com ostentação, afetei um asseio exagerado; — é por isso que sofro.
Eu me proporcionei, sem nenhuma ne­cessidade, pequenas sensualidades durante minhas refeições e fora delas, num viver voluptuoso e descuidado, num zelo exces­sivo do bem estar, no abuso do descanso corporal, na fuga de tudo que natural­mente modificaria os sentidos;— é por isso que sofro!
Em conversação, atirei ditos espirituosos com o fim de ser elogiado, apreciado, distinguido, e para brilhar mais que os outros; — é por isso que sofro!
Faltei à caridade que me chamava em socorro do próximo: faltei à caridade, deixando de o consolar, de o defender, de o aconselhar ao bem; conservando volun­tariamente um pequeno pensamento de rancor, de inveja; — é por isso que sofro!
Omiti por negligência e incúria muitas comunhões que me eram permitidas: fui remisso em minhas devoções, pouco apli­cado em meu terço e na oração; — é por isso que sofro!»
Meu Deus! como estas confissões me instruem!"

quinta-feira, 29 de novembro de 2012

Santíssima Mãe de Deus,salvai-nos.

jueves, 29 de noviembre de 2012

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE NUESTRA SEÑORA ( I )





Por la señal...
Señor mío Jesucristo...

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

   Dios te salve, María, llena de gracia y bendita más que todas las mujeres, Virgen singular, Virgen soberana y perfecta, elegida por Madre de Dios y preservada por ello de toda culpa desde el primer instante de tu Concepción: así como por Eva nos vino la muerte, así nos viene la vida por ti, que por la gracia de Dios has sido elegida para ser Madre del nuevo pueblo que Jesucristo ha formado con su sangre.

   A ti, Purísima Madre, restauradora del caído linaje de Adán y Eva, venimos confiados y suplicantes en esta novena, para rogarte que nos concedas la gracia de ser verdaderos hijos tuyos y de tu Hijo Jesucristo, libres de toda mancha de pecado.

   Acordaos, Virgen Santísima, que habéis sido hecha Madre de Dios, no sólo para vuestra dignidad y gloría, sino también para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Acordaos que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido desamparado. No me dejéis, pues, a mi tampoco, porque si me dejáis me perderé; que yo tampoco quiero dejaros a vos, antes bien, cada día quiero crecer más en vuestra verdadera devoción.

   Y alcanzadme principalmente estas tres gracias: la primera, no cometer jamás pecado mortal; la segunda, un grande aprecio de la virtud cristiana, y la tercera, una buena muerte. Además, dadme la gracia particular que os pido en esta novena (hacer aquí la petición que se desea obtener).

* * * * * * *

 Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y Benignísimo Redentor nuestro: así como preservaste a María del pecado, original en su Inmaculada Concepción, y a nosotros nos hiciste el gran beneficio de libramos de él por medio de tu santo bautismo, así te rogamos humildemente nos concedas la gracia de portarnos siempre como buenos cristianos, regenerados en ti, Padre nuestro Santísimo.

ORACIONES FINALES

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti, Celestial Princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Por Tu Pura Concepción, ni de noche ni de día hasta morir en Tu amor.

Rezar tres Avemarías.

Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios, anunció alegría al universo mundo.

ORACIÓN. Oh Dios mío, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen, preparaste digna habitación a tu Hijo: te rogamos que, así como por la previsión de la muerte de tu Hijo libraste a ella de toda mancha, así a nosotros nos concedas por su intercesión llegar a ti limpios de pecado. Por el mismo Señor nuestro Jesucristo. Amén.

* * *

segunda-feira, 26 de novembro de 2012

Ditatura eminente...

INMINENTE DICTADURA


Mons. Richard Williamson

COMENTARIOS ELEISON-280
(24-XI-2012)
Un retrato notable de nuestro mundo contemporáneo apareció hace unos meses en el sitio de internet 321gold. El título es intimidatorio: “Decadencia, Descomposición, Denegación y Desesperación”, pero el contenido es ciertamente bien realista. Comenzando con una escena de la calle que puede encontrarse sin duda en todo el este de Estados Unidos, el autor concluye que dentro de unos 15 años una dictadura Orwelliana (cf. Rebelión en la Granja) descenderá sobre su país como resultado de efectos indeseados a partir de causas deseadas. Pero los Estados Unidos, ¿no son típicos de todo el mundo? ¿El mundo entero no está comprando la forma de vida norteamericana? “¡Que el comprador tenga cuidado!”

Este otoño en Wildwood, New Jersey, el autor observó calles llenas de una hueste de hombres y mujeres menores de 50 años, con extraordinario sobrepeso, paseándose por la ciudad en sillas motorizadas subsidiadas por el gobierno, visitando un sitio de comida rápida tras otro para hartarse con golosinas cargadas de azúcar que darían a sus vehiculitos último modelo más trabajo que nunca. ¿Y cuál es la graciosa descripción que el da a este fenómeno? – “El desafío del peso vencido por sillas motorizadas de movilidad superior”. Tal es hoy día el lenguaje del “políticamente correcto”, que busca disfrazar la realidad fea con palabras bellas, para fingir que todos los hombres son gentiles, bellos, iguales, jóvenes – ¡fuera los neo-Nazis! 

El autor busca causas para este efecto tragicómico: ¿como pudo el pueblo americano que alguna vez ahorraba 12% de sus ingresos, haber sido persuadido al extremo de hacer explotar las estadísticas de obesidad, la curva saliéndose por fuera del gráfico, con una deuda abrumadora, una forma de vida saturada de comodidades, incapaces de ahorrar nada para ellos mismos, y agobiando a sus hijos y nietos con una insoportable carga de deuda y intereses? Ciertamente hay carencia de temperancia de parte de ellos, dice el autor, pero debe haber algo mas siniestro, alguna mente entre bambalinas detrás de tan insensata realidad. El dice que la masa de ciudadanos está siendo manipulada por un gobierno invisible que ha dominado las técnicas modernas de manipulación de masas. 

Cita a un pionero de estos amos de los años 1920, Edward Bernays: “La manipulación consciente e inteligente de las masas es un elemento importante de la sociedad democrática...Vastos números de seres humanos deben cooperar de esta manera si es que van a vivir juntos como una sociedad que funcione sin enfrentamiento...Sea en política, negocios, conducta social o pensamiento ético, estamos dominados por un número relativamente pequeño de personas...que comprenden los procesos mentales y los patrones sociales de las masas”. Ellos son “el verdadero poder gobernante del país” y ellos “manejan los hilos que controlan la mente pública”. ¿Con que propósito? Para su propia riqueza y poder. 

Son ellos los que han organizado la crisis económica y financiera para su propio beneficio. Ellos han “demolido la economía mundial...han cargado su deuda sin respaldo sobre los hombros de los contribuyentes y de las generaciones venideras, tirando bajo las ruedas del tren a los ancianos y a los ahorristas, robándoles US$400 billones por año en intereses para enriquecerse a sí mismos con ganancias a nivel de burbuja y con bonificaciones fraudulentas”. Y cuando el tapón tenga que ponerse finalmente sobre esta forma de vida insostenible, cuando se derrumbe el castillo de naipes, entonces nuestros amos invisibles ya tienen preparado para nosotros un 1984 Orwelliano, una “dictadura de lágrimas” con policía militarizada equipada con millones de balas, cámaras de vigilancia y aviones teledirigidos por todos lados, encarcelamientos sin cargos, y así sucesivamente. Con todo, dice el autor, es la propia culpa de los ciudadanos que han preferido la ignorancia voluntaria a la verdad, la enfermedad a la salud, las mentiras de los medios al pensamiento crítico, la seguridad a la libertad.  

Una sola cosa falta en este admirable análisis: ¿ Acaso nuestra elite gobernante haber podría tenido tanta rienda suelta, y/o nuestras masas haber vuelto tan tontas, si cualquiera de las dos hubiera retenido el mínimo sentido de un Dios que nos juzga a todos a la hora de la muerte, según Sus Diez Mandamientos? Por supuesto que no. Católicos, ¡despierten!

Kyrie eleison

domingo, 25 de novembro de 2012

Carta de uma eremita....

domingo, 25 de noviembre de 2012


Carta de una ermitaña de Buenos Aires



Hace algunos días recibimos el siguiente correo.
Buenos Aires, 20 de noviembre de 2012

S.E.R.

Mons. Juan José SQUETINO

S                   /                       D     

De mi mayor consideración:


     Habiendo tomado conocimiento de la muy justa carta enviada por S.E.R. a todos los obispos que reconocen la vacancia de la Sede Apostólica, quiero expresarle por este medio mi agradecimiento y humilde apoyo a tan noble iniciativa.

     Soy una pobre ermitaña argentina, a la que el Señor despertó a la realidad tremenda que vivimos en la Iglesia, justo antes de su Parusía. Vengo a ser, casi, la obrera “de la última media hora”: hace exactamente tres años que se me concedió la gracia (durísima) de conocer en profundidad el real significado del Vaticano II y la acción de los “Papas” conciliares hasta el actual, que considero el más peligroso…

     Me he criado en la Fe junto a quienes yo consideraba como sacerdotes serios; muchos de ellos habían conocido al P. Meinvielle y se decían discípulos del P. Castellani. Pero he aquí que, luego de bastantes años y por una luz especial del Señor, he llegado a darme cuenta de que me habían envuelto en las brumas de las tesis del Cassiciacum y de Meinvielle, como si fueran dogma de fe, e impedían el acceso a otra perspectiva tachándolas de herejía, cisma y todo lo que S.E.R. ya conoce muy bien.

     Inmenso alivio recibí al darme cuenta de que las mencionadas tesis no eran más que eso: TESIS, elaboradas ante la falta de reacción de quienes tenían autoridad para ello durante el ruinoso Concilio y el post-concilio. Pero, al ponerme a estudiar los textos de las encíclicas anteriores (guiada por un libro del Pbro. Dr. Luigi Villa, recientemente fallecido), vine a descubrir que esas tesis no tenían, en realidad, razón de ser, dado que la Iglesia ya había previsto, enseñado y legislado lo necesario para aplicar en casos de usurpación de oficios eclesiásticos, incluida la Sede petrina. No hay más que seguir fielmente lo enseñado y mandado por los Papas anteriores (en realidad, por el Evangelio y las cartas de los Apóstoles…) para resolver este aparente galimatías, porque no lo es: está todo enseñado previamente.

     Continuar insistiendo con malabarismos mentales cuando hay Magisterio y normativa clara de la Iglesia, es una necedad.

     Por supuesto que se puede comprender la falta de reacción de quienes tenían autoridad en ese momento del Concilio y después: de sólo leer lo ocurrido, yo no salgo de mi asombro; cuánto más deben haber experimentado quienes vivieron los hechos… Un verdadero shock.

     Desde hace un tiempo se levantan voces pidiendo una reacción como es debido, sea del campo conciliar, reclamando definiciones solemnes con anatemas correspondientes para terminar con los errores, o del campo de quienes reconocen la usurpación, para que

 se reúnan, depongan sus celos personales, unifiquen sus posturas bajo el signo de lo ya declarado y decretado por la Iglesia, formen un frente común, procuren que sea públicamente divulgado por todo el mundo, de modo que todos los católicos aprisionados dentro del pulpo conciliar se enteren de la situación de sede vacante(o usurpada, como dicen otros), y se pueda al fin, reunir esas condiciones necesarias para la elección, que hoy en día no se dan…”

en el decir de un allegado, de mucho más profundo conocimiento que yo de la situación.

     Por ello le ruego que no deje llamar a las conciencias de sus hermanos obispos, e incluso creo yo que es necesario tomar contacto con quienes son aún obispos y sacerdotes válidos en el campo conciliar: en todos Ustedes existe el poder de orden, tienen el deber delante de Dios de intentar dar una solución a este desastre, que ya no puede mantenerse en el tiempo. No es lícito quedarse cruzados de brazos con el verdadero descaro, de parte de muchos, de “esperar una intervención directa del Señor” que solucionará la situación. Es esto una terrible falta de respeto hacia el Señor o cosa peor, porque OMITEN obrar según la OBLIGACIÓN QUE TIENEN para con el Señor y para con las almas…

     Cuántos cristianos están en grandísimo peligro porque NO TIENEN LA FE VERDADERA, al no habérseles dicho la verdad de lo ocurrido y pensar que no son tan graves las consecuencias del CVII, porque los sacerdotes conocidos (si es que son válidos) hacen alguna pequeña intervención quirúrgica en esos textos y en las obras y dichos de estos Papas conciliares de manera de hacerles decir lo que no dicen, para que “coincida” con la enseñanza anterior y dejar a los pobres fieles con la tranquilidad de que todo sigue más o menos igual…

     Terminarán todos en el infierno, los curas primero, por cómplices…

     En fin, no se desanime y siga adelante.

     Yo vivo en plena Capital Federal: si puedo servirle en algo, cuente conmigo. Aunque el Señor viniera dentro de cinco minutos, no podemos dejar de hacer lo que es nuestra obligación.

     Sírvase, de paso, indicarme si hay en Buenos Aires alguno de sus sacerdotes que celebre la santa Misa: yo no tengo cerca más que un pobre sacerdote de 80 años miembro de una congregación religiosa progresista que, aunque resiste a los desvaríos de su congregación, celebra la misa del Novus Ordo como si fuera una maravilla y no es capaz de ver que el problema viene de Roma…como tantos otros…

Encomendándome a su oración en la santa Misa, lo saluda en el Señor

"Una ermitaña"

sábado, 24 de novembro de 2012

Terrorismo montiniano....

Terrorismo de la jerarquía greco-católica-ucraniana.

 

16-11-2012 22-28-00

clic en el banner para acceder al original(en español)


Continúa el terrorismo de la jerarquía de la IGCU

El sábado 20 de octubre de 2012, en el pueblo de Probizhna, en la región de Ternopol, en Ucrania, un crimen organizado se cometió con el propósito de eliminar una minoría religiosa. Más de treinta personas, bajo la dirección del párroco local de la IGCU (Iglesia greco-católica de Ucrania), Zenovy Pasichnyk, rompieron la puerta del monasterio e invadieron la propiedad privada. Las hermanas religiosas tienen documentos que certifican que el monasterio es de su propiedad.
Parroquianos agresivos derribaron a la fuerza la puerta frontal e irrumpieron en el interior. Comenzaron a sacar las pertenencias de las monjas y las puertas. A continuación también rompieron la puerta pequeña y bajo las órdenes del sacerdote parroquial sacaron las puertas a la iglesia. Las hermanas llamaron a la policía, pero la policía no hizo nada para detener a los infractores. La turba fanática comenzó a empujar a las hermanas al exterior de la casa, tiró sus ropas por las ventanas, rompieron las puertas interiores, destruyeron gran parte de las propiedades y pertenencias personales, y derribaron todo. Después de un rato, siguiendo las instrucciones del cura párroco, los parroquianos trajeron de vuelta el portón y la puerta y las soldaron. Bloquearon la puerta de entrada para impedir la entrada de las hermanas. La policía tan solo miraba todo eso pasivamente y no tomó medidas. En la tarde las hermanas lograron entrar a través de una ventana porque la puerta frontal estaba bloqueada.
Los ataques terroristas continúan. Hostigado por el obispo de Chortkiv, el cura párroco continúa inflamando odio religioso en la iglesia. Organizó una vez más a los parroquianos engañados con el fin de destruir definitivamente a las hermanas. Por la tarde del lunes 22 de octubre de 2012, cerca de treinta personas se reunieron frente al monasterio. Comenzaron a descolgar las puertas como para entrar al jardín del monasterio. Luego los atacantes procedieron directamente contra la puerta del frente. Comenzaron a romper y destrozarla. La banda provocada arrojó piedras a las ventanas del monasterio. Las hermanas llamaron inmediatamente a la policía. Pero antes de que llegara la policía, los asaltantes se dispersaron. Cuando la policía llegó tan solo investigaron los daños —ventanas rotas, puertas… Se encontró un hacha en el primer piso. Durante toda la noche las hermanas corrieron peligro, pues la puerta estaba rota y ellas podían esperar que los agresivos atacantes regresaran y continuaran con su devastación.
Al día siguiente, 23 de octubre de 2012, el cura párroco organizó de nuevo a los parroquianos para continuar con sus ataques terroristas contra las inocentes hermanas. Bajo sus instrucciones, echaron abajo la puerta del monasterio y la tiraron al solar de la iglesia. También forzaron el seguro de la puerta. Cuando oscureció, cerca de veinte parroquianos irrumpieron al monasterio y comenzaron a destrozar todo lo que tocaban. Robaron otra puerta del primer piso y quitaron la corriente eléctrica a la casa. Los invasores trataron incluso de acceder al segundo piso. Tiraron piedras a las puertas de vidrio detrás de la cual estaban rezando las hermanas. Las hermanas llamaron a la policía. Ya no era tan solo un asunto de daño a propiedad privada sino una amenaza a la vida. De nuevo la policía llegó cuando todo había concluido. Después de que la policía investigó el daño causado y determinó que se había cometido un delito, las hermanas instauraron una acción penal.
El miércoles 24 de octubre, un hombre extraño entró en el jardín del monasterio. Había sido enviado por el cura párroco para medir las ventanas y rallarlas. El párroco quiere convertir el monasterio en una cárcel y asegurarla, de tal manera que después del siguiente ataque las hermanas no puedan entrar tras de que la gente las eche a la fuerza de la casa.
Mujeres de la parroquia, que acompañaban al extraño, comenzaron a arrojar ladrillos a las hermanas.
Usted se pregunta: ¿Cuál es la razón de estos ataques de odio contra las hermanas inocentes?
En el 2008, estas hermanas religiosas se separaron de las herejías proclamadas por el cardenal Husar. En su libro, “Conversaciones con su Reverencia L. Husar: sobre el cristianismo postconfesional”, él aprueba la homosexualidad, niega la eternidad del infierno y admite que practica la adivinación con péndulo. Esta es la razón por la cual las hermanas se separaron y se unieron al Sínodo de obispos católico ortodoxos. Después de eso, el obispo de Chortkiv Hryhorak encargó al cura párroco local la tarea de arrojar a las hermanas del monasterio y del pueblo. Así, el párroco continuamente inflama las mentes de los parroquianos contra las hermanas religiosas y los incita a arrojarlas. Esto no es solo discriminación contra una minoría religiosa sino literalmente terrorismo organizado por parte de la IGCU. Acciones violentas semejantes pueden verse en países islámicos donde los cristianos sufren persecución ininterrumpida. Pero aquí en Ucrania el papel de los Talibanes ha sido adoptado por la jerarquía de la IGCU bajo la dirección del obispo Hryhorak. La clerecía no respeta leyes sino que acude al terror con el fin de forzar a las hermanas a abandonar su monasterio. Pero las hermanas perseveran en la fe. Ruegan a Dios que dé a Ucrania Su bendición y que la salve de la inmoralidad homosexual y de la atroz justicia juvenil que roba niños para la adopción bajo orden. En contraste, la jerarquía de la IGCU permanece en silencio sobre todo este mal e incluso procura destruír a aquellos que protegen los valores morales.
El monasterio de las hermanas ya ha estado por muchos días sin el portal y sin la puerta de entrada, expuesto al ataque terrorista. Permanecer callados ante semejante ilegalidad significa callar ante el silenciamiento de la voz que clama ¡por la salvación de Ucrania! Solamente a través de la oración, Ucrania será salvada del genocidio preparado. Por lo tanto las hermanas perseveran en sus oraciones por el futuro de la nación ucraniana (mientras aún hay tiempo).

sexta-feira, 23 de novembro de 2012

Pior inimigo da igreja...

El peor enemigo de la Iglesia: el liberalismo.



Diversos acontecimientos de suma importancia, así como divi­siones de la Jerarquía de la Iglesia de la mayor trascendencia fueron motivo, hace ya algunos años, pa­ra la siguiente intervención de Monseñor Lefebvre. Tanto para él, como para los fieles unidos a la Hermandad y a la Tradición, las consecuencias de estos hechos fueron notables. ¿Por qué se han tomado decisiones de tan graves consecuencias en estos últimos veinticinco años? La situación ac­tualmente es gravísima. Pero tal situación no se remonta a los últi­mos veinte años, sino que viene de muy atrás.
Los partidarios del contubernio entre la Iglesia y la Revolución.
Dos corrientes se combaten al interior del Catolicismo desde hace dos siglos. Después de la Revolución francesa algunos quisieron acomodarse con los principios revolucionarios y componer con los enemigos de la Iglesia; otros rehusaron este arreglo, teniendo en cuenta que Nuestro Señor Jesucristo nos advirtió: “Quien no está Conmigo está contra Mí”. Por consiguiente, si se está por el reinado de Jesucristo, se está contra sus enemigos. No es posible de otra forma. Para pactar, los primeros pretendieron que se podía dejar de hablar de Nuestro Señor a pesar de continuar amándole. Más los Papas, hasta el Concilio Vaticano II, desaprobaron a éstos.
Jesucristo: único Rey, único Dios.
Nuestro Señor es nuestro Rey, nuestro Dios. Debe, pues, reinar y no solo en privado sobre nuestras personas sino sobre nuestras familias, aldeas, y por doquier. Por otro lado, quiérase o no, Él será un día nuestro juez. Cuando vendrá sobre las nubes a juzgar el mundo entero, todos los hombres estarán postrados de rodillas: budistas, musulmanes, todos. No hay, en efecto, varios dioses, sino uno solo, como lo cantamos en el Gloria: “Tu solus sanctus, Tu solus altissimus Jesu Christe”. Él descendió de los Cielos para salvarnos, es Él que reina en el Cielo; lo veremos cuando muramos.
División de los católicos: los “católicos-liberales”.
Con la Revolución francesa se declaró una verdadera división, la que, por otra parte, tuvo su inicio ya con los protestantes. Toda una clase de intelectuales se sublevó contra Nuestro Señor, en un auténtico complot diabólico contra su reino del que no se quería oír más. Esos toleraban que Le honrásemos en nuestras capillas y sacristías, pero en forma alguna al exterior. No se debía hablar más de Nuestro Señor en los tribunales, la escuela, los hospitales, en una palabra, en ninguna parte. Más Nuestro Señor tiene el derecho de reinar sobre todo, y en los países católicos es el Amo. Y nosotros debemos tratar de hacerlos reinar lo más posible, de convertir a aquellos que no le conocen y no le aman todavía, a fin de que éstos lleguen a ser también sus súbditos, y que reconozcan a su Maestro, en el Cielo.
Así, desde la Revolución francesa, los católicos se dividieron entre los que aceptaban honrar a Nuestro Señor en las familias y parroquias, pero no en la vida pública, y en aquellos que, al contrario, querían que Nuestro Señor reine en todos lados. Los primeros, para justificar el silencio sobre Nuestro Señor en la sociedad, se apoyaron sobre la libertad de creer y de no creer. Pero esto no es así; uno no es libre de creer lo que quiere. Nuestro Señor dijo: “El que creerá será salvado, el que no creerá será condenado”. Por supuesto, se puede usar mal de esta libertad, pero entonces se desobedece alejándose de Dios. Moralmente uno no es libre: se debe honrar a nuestro Señor y seguir su enseñanza.
Los Papas condenan a los liberales.
He aquí aquellos que se llamó liberales, porque estaban por la libertad, dejando a cada uno el derecho de pensar lo que quería según su conciencia. Pero los Papas han condenado siempre ese liberalismo, afirmando en alta voz que no hay más libertad de conciencia que la de hacer el bien y evitar el mal. Por supuesto se puede desobedecer. Un niño puede desobedecer a sus padres, pero ¿tiene derecho a eso? Evidentemente no. Es lo mismo en la religión. Cierto, existen personas que desobedecen, pero hay que tratar de convertirlos y de llevarlos a obedecer a nuestro Señor, el Dios verdadero que nos juzgará a todos.
Esa corriente liberal fue desarrollada por católicos como Lamennais que era sacerdote; de allí la división en el propio seno de la Iglesia. Pero papas tales como Pío IX, León XIII; San Pío X, Pío XI, y Pío XII, han condenado siempre a esos liberales como los peores enemigos de la Iglesia, dado que alejaban a las gentes, las familias y los Estados de Nuestro Señor Jesucristo.
Cuando Nuestro Señor no está más presente en las escuelas, hospitales, tribunales y gobiernos, cuando está ausente del ambiente público, es la apostasía y el ateísmo. En efecto, se toma el hábito de no pensar más en Nuestro Señor, ya que no se lo ve en ninguna parte, y poco a poco este olvido se difunde y se introduce en las familias.
¿Cuáles son actualmente, para dar un ejemplo, los restaurantes y hoteles donde se halla la Cruz de Nuestro Señor? Por mi parte viajo mucho, y no he hallado sino en Austria un hermoso crucifijo en algunos restaurantes y una bella imagen de la Santísima Virgen en la habitación del hotel. En otra parte esto se terminó. Antes no había casa sin crucifijo. Hoy, hasta buenos católicos tienen miedo de colocar una en su casa, por temor de la reacción de aquellos que no aman la Religión cristiana. Ved a lo que se llega alejando suavemente a Nuestro Señor.

Los enemigos en el interior de la Iglesia.
Al comenzar el siglo, San Pío X decía que ahora los enemigos de la Iglesia no están solamente en el exterior sino también en el interior. Con esto quería señalar esos católicos que no querían más la realeza pública de Nuestro Señor.
Pero eso no es todo. Dado que había hasta en los seminarios profesores modernistas, que querían adaptarse al mundo moderno, con su rechazo de nuestro Señor y su apostasía, San Pío X exigió que se los apartase de los seminarios, para que no influyan sobre los seminaristas que, una vez sacerdotes, difundirían a su turno las malas doctrinas. Y San Pío X tenían razón, pues es lo que ocurrió. Los obispos no quisieron prestar atención y suavemente esas ideas fueron introducidas en los seminarios, luego en el clero y finalmente en todos lados. Al nombre de la libertad, se dejó de hablar de Nuestro Señor y fue la apostasía.
En 1926, hace pues más de sesenta años, me encontraba en el seminario en Roma, bajo Pío XI, quien, él también, combatía y condenaba a los sacerdotes favorables al laicismo. En este año tuvo lugar en Roma una semana contra el liberalismo, y se presentaron dos pequeños libros: “Libéralisme et Catholicisme” del R.P. Roussel y “Le Christ Roi des Nations” del R.P. Philippe. He aquí la introducción del primero:
“Queremos que Jesucristo, Hijo de Dios y Redentor de los hombres, reine no sólo sobre el individuo, sino sobre las familias, pequeñas y grandes, sobre las naciones y sobre el orden social entero; este es el pensamiento que nos une especialmente esta semana. Este reinado social, de Jesús Rey, reinado legítimo en sí, necesario para nosotros, no tiene adversario más temible, por su astucia, su tenacidad y su influencia, que el liberalismo moderno”.
¿Cuáles son, pues, los orígenes de este liberalismo, sus manifestaciones principales, su desarrollo lógico? ¿Cómo calificarlo y refutarlo? Tales son las cuestiones que trata el libro del R.P. Roussel con su respuesta; un libro muy interesante que damos a todos nuestros seminaristas para que estén al corriente de esos errores modernos. El liberalismo, el laicismo, la secularización y la ausencia de sumisión pública a Nuestro Señor se han difundido a pesar de los Papas, porque los obispos y los sacerdotes no los escucharon lo suficiente.
El segundo pequeño libro editado, con ocasión de esa semana contra el liberalismo, en Roma, es: “Catechisme des droits divins dans L'ordre social”, conocido bajo el título “Le Christ Roi des Nations” del R.P. Philippe, redentorista. Veamos el prefacio:
“Bajo pretexto de seguir las solas luces de la conciencia, se tomó el hábito de abandonar a la libre disposición de ésta el cumplimiento de todos los deberes: los derechos de la verdad y especialmente, los de la Verdad suprema son pisoteados. Nuestro catecismo pide un gran acto de fe, el acto de fe en Dios y en Jesucristo que ejerce su autoridad. Los pueblos deben saber que, en todas las relaciones de hombre a hombre, en todo lo que constituye la intimidad de una nación, dependen de Dios y de Jesucristo”.
Todo esto ocurrió en 1926. Entonces los sacerdotes resistían aprestándose para luchar contra la apostasía invasora y para defender a Nuestro Señor, contra la secularización y la laicización de todas las instituciones. León XIII en su incíclica Humanun genus describió que los francmasones tienen por fin descristianizar todo, especialmente las instituciones, y que quieren quitar y expulsar a Nuestro Señor de todos lados. Todo esto se desarrolló pues a pesar de los Papas, y así se llegó al Concilio Vaticano II.

La preparación del concilio: los obispos liberales.
Ahí también fue la división, en el seno mismo de la Iglesia. Esos liberales que no quieren que se hable más de Nuestro Señor en la sociedad, que, al contrario, quieren la libertad de todas las religiones y de todos los sistemas de pensamiento, crearon una oposición entre las cardenales y esto desde la preparación del concilio.
La Santa Sede había instituido unas comisiones a la cabeza de las cuales se elevaba la "Comisión central preparatoria del Concilio". Sesionó de 1960 a 1962 y estaba integrado de setenta cardenales y una veintena de arzobispos y obispos, y si me encontraba allí era por ser presidente de la Asamblea de arzobispos y obispos de la África occidental francesa. El Papa Juan XXIII presidía, con frecuencia, nuestras reuniones.
Fue como un campo de batalla, hay que decirlo. ¿Quién ganaría? ¿Los liberales o los auténticos católicos que estaban con todos los Papas en su condena al liberalismo? Por un lado unos querían que la Iglesia declarase su tesis sobre la libertad, la neutralidad de las sociedades y la ausencia de Nuestro Señor Jesucristo de la vida pública. Por otro, hubo vivas reacciones contrarias. ¿Nosotros católicos no tendríamos el derecho de tener nuestros Estados católicos para no chocar con las religiones musulmana, budista o protestante? ¿Y esto bajo el pretexto de no hacerles agravio, cuando ellos nos lo hacen categórica y públicamente?
En los Estados protestantes, por ejemplo, se es protestante oficialmente. El cantón de Vaud inscribió en su constitución que el protestantismo es religión de Estado. Así es igualmente para Suecia, Noruega, Inglaterra y Dinamarca, y públicamente la religión protestante es la única reconocida por el Estado.
Los liberales suprimen los Estados católicos.
¿Entonces no tendríamos el derecho de tener nosotros también nuestros Estados católicos? El Estado del Valais era católico un 90 %. Como los liberales ganaron en el Concilio, y dominan ahora en Roma, pidieron a Mons. Adams (a quien conocí bien y que era un buen amigo), por intermedio del nuncio en Berna, de acabar con el Estado católico del Valais. La constitución valdense enunciaba, en efecto, que la Religión católica era la única religión reconocida públicamente por el Estado. Esto era, en definitiva, afirmar que Nuestro Señor Jesucristo era el Rey del Valais. Y Mons. Adam, todo lo favorable que fuese la Tradición, él que había combatido durante el concilio a favor del reinado social de Nuestro Señor, escribió una carta a todos sus fieles para que el Estado de Valais cambiase su constitución y se convierta oficialmente en neutra.
Me informé y se me contestó que eso venía del nuncio. Fui pues a encontrarlo a Berna y él que había combatido durante el Concilio a favor del reinado social de Nuestro Señor, escribió una carta a todos sus fieles para que el Estado de Valais cambiase su constitución y se convierta oficialmente en neutra.
Me informé y se me contestó que eso venía del nuncio. Fui pues a encontrarlo a Berna y él me confirmó que Mons. Adam había escrito por orden suya.
¿Y no tiene Usted, vergüenza de pedir que Nuestro Señor Jesucristo no reine más el Valais?
(El Nuncio) Oh, pero ahora esto no es más posible. Usted comprende no es más posible.
¿Y los protestantes? Vaya Usted, pedirles de dejar de reconocer su protestantismo como religión oficial en el cantón de Vaud y o en Dinamarca. ¿Y nosotros católicos, no tenemos, acaso, el derecho de tener Estados en los cuales la Religión católica es la única reconocida públicamente?
(El nuncio) Ah, eso no es más posible. - ¿Qué hace Usted de la magnífica encíclica Quas primas donde Pío XI recuerda que Nuestro Señor Jesucristo debe reinar sobre todos los Estados y sobre todas las naciones?
(El nuncio) Oh, el Papa no lo escribiría ahora.
Ah, esto como ejemplo. Esta encíclica fue escrita en 1925 por Pío XI para recordar a todos los obispos la doctrina sobre el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo, y he aquí ahora obispos hacen exactamente lo contrario. Y es lo que desgraciadamente aconteció: oficialmente el Estado del Valais no es más un Estado católico. La Iglesia sólo sigue reconocida al mismo nivel que cualquier asociación privada, como las otras religiones, que tienen el derecho de organizarse en el Valais.
El Cardenal Bea, portavoz de los liberales.
¿Cómo ocurrió esto? Un día el cardenal Ottaviani y el cardenal Bea nos trajeron dos fascículos que valían su peso en oro. Estos dos fascículos delimitaron los campos en la Iglesia: uno es de la Revolución francesa y el otro de la Tradición católica. Uno es el del cardenal Bea, liberal, el otro el del cardenal Ottaviani, prefecto de la Comisión.
En su documento el cardenal Ottaviani habla de la “tolerancia religiosa”. Es decir, si hay otras religiones en los Estados católicos, se los tolera, pero no se les concede las mismas libertades que a la Iglesia, del mismo modo que se toleran los pecados y los errores, dado que no se puede expurgar todo. En una sociedad hace falta una cierta tolerancia, pero esto no quiere decir que se apruebe el mal.
Cuando llegó el momento para el cardenal Ottaviani de presentar su documento a la Comisión central preparatoria del Concilio, documento que no hacía más que retomar la doctrina enseñada siempre por la Iglesia católica, el cardenal Bea se irguió diciendo que se oponía. El cardenal Ruffini, de Sicilia, intervino para detener ese pequeño escándalo de dos cardenales que se enfrentaban así con violencia ante todos los otros. Pidió referir a la autoridad superior, es decir al Papa que ese día no presidía la sesión. Pero el cardenal Bea dijo, no, quiero que se vote para saber quién está conmigo y quién con el cardenal Ottaviani.
Se procedió, pues, a votar. Los setenta cardenales, los obispos y los cuatro superiores de órdenes religiosas que estaban allí se dividieron más o menos por mitades. Prácticamente todos los cardenales de origen latino: italianos, españoles y sudamericanos, estaban por el cardenal Ottaviani. El contrario los cardenales norteamericanos, ingleses, alemanes y franceses estaban por el cardenal Bea. Así se halló una Iglesia dividida sobre un tema fundamental de su doctrina: La realeza de Nuestro Señor Jesucristo.
Era la última sesión, y uno se podía preguntar lo que iba a acontecer con ese Concilio si ya la mitad de los setenta cardenales eran favorables a la tolerancia religiosa del cardenal Ottaviani y la otra mitad favorable a la libertad religiosa del cardenal Bea que se basaba en la Revolución francesa y la Declaración de los derechos del hombre. Y bien, en el Concilio también hubo lucha, y hay que reconocer que son los liberales los que se impusieron. ¡Qué escándalo! Así llegó esa nueva religión, que desciende más de la Revolución francesa que de la Tradición católica, ese famoso ecumenismo donde todas las religiones están en pie de igualdad. Ahora Ustedes, pueden comprender la situación actual, esta se deriva de los liberales en el Concilio.
Hubo, sin embargo, oposiciones violentas, pero como el Papa tomó parte prácticamente por la libertad, son los liberales que tomaron los puestos en Roma y los ocupan aún.
Me opuse a esto con Mons. Sigaud, Mons. de Castro Mayer y muchos otros miembros del Concilio. Porque no se puede admitir que Nuestro Señor sea destronado. La Iglesia está fundada sobre el principio que exige la realeza de Nuestro Señor sobre la tierra del mismo modo que en el Cielo. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el Cielo. ¡Sí, que la voluntad del Señor sea hecha por doquier y no solamente en las familias! Pero ahora que el liberalismo reina en Roma, aquel que nuestros autores de 1926 calificaban como de el peor enemigo de la Iglesia, asistimos a la demolición de la Iglesia.
Hay una auténtica ruptura. Más nosotros permanecemos en comunión con todos los Papas hasta el Concilio, mientras que el cardenal Bea no da referencia alguna en su documento. Él no podía remitirse a ningún Papa, dado que su doctrina es nueva y ésta siempre fue condenada por los Sumos Pontífices. En el folleto del Cardenal Ottaviani hay más páginas de referencia que de texto, referencias a los Papas, a los concilios, a toda la doctrina de la Iglesia. La tolerancia religiosa está realmente en la continuidad de la Tradición. La Fe en la Iglesia fue siempre predicar la verdad y tolerar el error, ya que no puede hacer de otro modo, pero esforzándose en ser misionera, reducir el error y atraer a la verdad. La Iglesia no afirmó jamás que se tenía el derecho tanto de estar en el error como en la verdad, que había igual derecho de ser budista que católico. Esto no es posible, o la Religión católica no es más la única verdadera. Es una catástrofe fundamental para la Iglesia. Hemos vivido ese combate en el Concilio y lo vivimos todavía.
Consecuencias de la neutralidad.
Una vez que el Estado deja de tener religión, y que la Iglesia exige que todas las religiones sean admitidas, las puertas están abiertas. Y se asiste a una invasión inverosímil. Moon, adventistas, testigos de Jehová, a tal punto que hasta los obispos se han reunido en Sudamérica para constatar la gravedad de la situación. Unos hablan de cuarenta millones, y otros de sesenta millones de católicos que han pasado a las sectas desde 1968; por consiguiente, desde el Concilio. He aquí la terrible consecuencia de la posición del cardenal Bea: la apostasía de millones y millones de católicos. Y se constata la misma cosa por doquier, como en Francia, donde se ve de más en más católicos pasarse al Islam, a las sectas o a las logias masónicas. Es la apostasía general, es por eso que resistimos, pero las autoridades romanas quieren que aceptemos esto. Cuando discutí con ellas en Roma, querían que yo conozca la libertad religiosa como el cardenal Bea. Pero les dije, no, no puedo. Mi fe es la del cardenal Ottaviani fiel a todos los Papas y no esta doctrina nueva y perpetuamente condenada.
He aquí lo que constituye nuestra oposición y es la razón por la cual no existe posibilidad de entenderse. Y no es tanto la cuestión de la Misa, dado que la Misa es precisamente una de las consecuencias del hecho que quiso acercarse al protestantismo y, por ende, transformar el culto, los sacramentos, el catecismo, etc...
El fundamento de nuestra posición.
La verdadera oposición fundamental es el reinado de Nuestro Señor Jesucristo. Opportet Illum regnare, nos dice San Pablo. Ellos dicen, no, nosotros decimos, sí, con todos los Papas. Nuestro Señor no vino para estar escondido en el interior de las casas sin salir de éstas. ¿Por qué se han hecho masacrar los misioneros? Para predicar que Nuestro Señor Jesucristo es el único Dios verdadero, para decir a los paganos que se conviertan. Entonces los paganos han querido hacerlos desaparecer, pero ellos no han dudado en dar su vida para continuar predicando a Nuestro Señor Jesucristo.
¿Habrá que hacer ahora lo contrario, decir a los paganos: “vuestra religión es buena, conservadla siempre que seáis buenos budistas, buenos musulmanes, o buenos paganos”? ¡He aquí la razón de nuestra desinteligencia! Nosotros obedecemos a Nuestro Señor que dijo a los Apóstoles “Id a enseñar el Evangelio hasta los confines de la tierra”.
No hay que extrañarse que no lleguemos a entendernos con Roma. Esto no será posible hasta que Roma no vuelva a la fe en el reino de Nuestro Señor Jesucristo, hasta que deje de dar la impresión de que todas las religiones son buenas. Nos enfrentamos con ellos sobre un punto de la Fe católica, como se han enfrentado el cardenal Bea y el cardenal Ottaviani, y como se han enfrentado todo los Papas con el liberalismo. Es la misma cosa, la misma corriente, las mismas ideas y las mismas divisiones en el interior de la Iglesia.
Antes del Concilio los Papas y Roma sostenían la Tradición contra el liberalismo, mientras ahora los liberales ocuparon el lugar. Evidentemente éstos están contra los tradicionalistas y, por consiguiente, somos perseguidos. Pero estamos tranquilos porque estamos en comunión con todos los Papas desde Nuestro Señor y los Apóstoles. Guardamos su Fe y no vamos a pasarnos ahora a la fe revolucionaria en la Declaración de los derechos del hombre. No queremos ser hijos de 1789, sino hijos de Nuestro Señor e hijos del Evangelio.
Los representantes de la Iglesia católica dicen: cada uno es libre y se puede colocar a todas las religiones juntas para rezar como en Asís. ¡Eso es una abominación! El día en el que el Señor se enoje no será cosa de risa. Pues si Nuestro Señor castigó a los judíos, como lo hizo, es porque estos habían rehusado creen en Él. Anunció que Jerusalén sería destruida y lo fue, y el templo nunca fue reconstruido desde aquel entonces. Bien podría decir lo mismo ahora cuando todos sus pastores están contra Él, ya que no quieren creer más en su realeza universal.
Hay que seguir apegado a la doctrina de la Iglesia. Permaneced apegados a Nuestro Señor que es todo para nosotros. Él es el Amo que nos juzgará como juzgará a todo el mundo. Luego, hay que rezar para que su reino llegue, aún cuando se deba ser perseguido.
Por más extraordinario que pueda parecer, he aquí la situación de hoy. No soy yo quien la inventé. ¿Por qué me he hallado casi sólo contra ese liberalismo al que son favorables la mayoría de los obispos, hasta de Roma? Es un gran misterio. Siendo, como antes, fiel a todo lo que han dicho los Papas, uno se halla casi solo.
Lo principal es estar con Nuestro Señor, aún cuando haya que estar solo. Si se está con toda la enseñanza de la Iglesia de veinte siglos, no se tiene miedo. ¿No hay que hacerse problemas, verdad? ¡Confiad en la Providencia! Dios que conoce el futuro, restablecerá todas las cosas un día, dado que la iglesia no puede quedar indefinidamente en esta situación.
Confiemos en la Santísima Virgen y en Nuestro Señor y no nos acobardemos ni nos deprimamos, ya que continuamos la Iglesia. Permanezcamos en paz. ¡Que Dios os bendiga!
Mons. Marcel Lefebvre, Arzobispo de su conferencia en Sierre, Suiza, 27 de noviembre de 1988.

A verdadeira liberdade...

La libertad explicada por Pío XII.



Quien, como Pío XII, tantas veces denunció y condenó el es­tatismo y la mecanización de la vida contemporánea, no podía ser sino un ardiente defensor de la libertad personal. En efecto, proclamó que ésta, rectamente entendida, constituye una de los fundamentos de la reconstrucción social; no es posible edificar tal reconstrucción prescindiendo de ella.
[Los católicos y todos aquellos que reconocen y adoran a un Dios personal y observan su Decálogo] sean conscientes de cuanto ellos, y solamente ellos, pueden contribuir real y eficaz­mente a la obra de reconstrucción, persuadidos al mismo tiempo de que esta obra no podrá llegar nunca a feliz término si no se funda sobre el derecho, sobre el orden y sobre la libertad. Sobre la libertad, queremos decir, de tender a lo que es verdadero y bueno, sobre una libertad que esté en armonía con el bienestar de cada pueblo en particular y de toda la gran familia de los pue­blos. De esta libertad la Iglesia ha sido siempre sostenedora, tutora y vindicadora.
(Alocución al Sacro Colegio de Cardenales, lº junio 1946.)
Lo dicho al final de este párrafo acerca de la preocupación de la Iglesia Católica por la libertad del hombre se explica perfec­tamente si se tiene en cuenta la íntima vinculación que existe entre esta libertad y la de la misma Iglesia.
Cuando ella [la Iglesia] combate por conquistar o defender su propia libertad, es también por la verdadera libertad, por los de­rechos primordiales del hombre que lo hace.
(Alocución a los miembros del Congreso Internacional de  Estudios Humanistas, 25 setiembre 1949.)
Tero el término “libertad” se presta a interpretaciones equívo­cas. El Padre Santo se preocupó por precisarlo y por distinguir­lo de la licencia.
La verdadera libertad, la que merece verdaderamente este nombre y hace la felicidad de los pueblos, no tiene nada de co­mún con la licencia desenfrenada, el desborde de la desvergüen­za; la verdadera libertad es, al contrario, la que garantiza la actuación y la práctica de lo verdadero y de lo justo en el domi­nio de los mandamientos divinos y en el cuadro del bien públi­co. Por lo tanto, tiene necesidad de justos límites.
(Radiomensaje  al pueblo suizo, 20 setiembre 1946.)
Los hombres, tanto los individuos como la sociedad humana, y su bien común están siempre ligados al orden absoluto de los valores establecido por Dios. Ahora bien, para realizar y hacer eficaz esta vinculación de una manera digna de la naturaleza humana, ha sido dada al hombre la libertad personal, y la tutela de esta libertad es el fin de todo ordenamiento jurídico mere­cedor de tal nombre. Pero de ahí también se sigue que no puede haber la libertad y el derecho de violar aquel orden absoluto de valores. Se vendría a lesionarlo y a afectar la defensa de la moralidad pública, que es sin duda un elemento primordial para el mantenimiento del bien común por parte del Estado si, para citar un ejemplo, se concediera, sin miramiento a aquel or­den supremo, una libertad incondicionada a la prensa y al “film”.
(Alocución al patriciado y a la nobleza romana, 8 enero 1947.)
La genuina libertad es un conjunto de derechos y deberes.
La libertad, base de las relaciones humanas normales, no pue­de ser entendida como desenfrenada licencia, se trate de individuos, o de partidos, o de todo un pueblo —la colectividad, co­mo se dice hoy—, o aun de un Estado totalitario que, con abso­luta indiferencia, usa cualquier medio para alcanzar sus fines. No, la libertad es algo muy diferente. Es un templo de orden moral erigido sobre líneas armoniosas; es el conjunto de derechos y deberes entre los individuos y las familias, y algunos de estos de­rechos son imprescriptibles aun cuando un bien común aparente pueda oponerse; derechos y deberes entre una nación o Estado y la familia de naciones y Estados. Estos derechos y deberes están cuidadosamente medidos y equilibrados por las exigencias de la dignidad de la persona humana y de la familia, de una parte, y del bien común, por la otra.
(Alocución al Embajador de Gran Bretaña, 23 junio 1951.)
En la lid con la nueva forma de vida del Este materialista, Occidente afirma que toma cartas en pro de la dignidad y de los derechos del hombre y en particular por la libertad del individuo. Pero no puede dejar de ver que la dignidad y los derechos del hombre —especialmente su libertad personal— se vuelven con­tra él, se neutralizan a sí mismos si no son tomados junto con las obligaciones y los deberes a los cuales el orden de la naturaleza, tanto como el de la gracia, los ha unido indisolublemente y los ha impuesto al hombre en los mandamientos de la ley de Dios y la ley de Cristo.
(Carta al Obispo de Augsburgo con motivo del milenario de la batalla de Lechfeld, 27 julio 1955.)
La libertad sólo puede ser bien entendida si se la considera en un plano trascendente, con criterio sobrenatural
No olvidéis que la libertad terrenal no es un bien sino cuando se expande en una libertad más elevada, si sois libres en Dios, libres frente a vosotros mismos, si conserváis vuestra alma libre y abierta para recibir los raudales del amor y de la gracia de Jesucristo, de la vida eterna que es El mismo.
(Alocución con motivo de la canonización de Nicolás de Flüe, 16 ma­yo 1947.)
El concepto elevado y amplio sostenido por la Iglesia choca con la alarmante tendencia hodierna a la disminución progresi­va de la libertad y de la responsabilidad personal; tal tendencia existe incluso en las naciones que se llaman “libres”. Esto se vincula con los tremendos problemas de la colectivización y de la mecanización de la vida moderna, que el Vicario de Cristo denunció tantas veces.
Es un hecho doloroso que hoy ya no se estima o no se posee la verdadera libertad. [... ] Los que, por ejemplo, en el campo económico o social pretenden hacer a la sociedad responsable de todo, aun de la dirección y de la seguridad de su existen­cia; o los que esperan hoy su único alimento espiritual diario cada vez menos de sí mismos —es decir, de sus propias conviccio­nes y conocimientos— y cada vez más de la prensa, la radio, el cine, la televisión, que se lo ofrecen ya preparado, ¿cómo po­drán estimarla y desearla, si no tiene ella lugar alguno en su vida? No son más que simples ruedas en los diversos organismos sociales; ya no son hombres libres, capaces de asumir y de acep­tar una parte de responsabilidad en las cosas públicas [...]
Esta es la situación dolorosa con que tropieza también la Igle­sia en sus esfuerzos por la paz, en sus llamadas a la conciencia de la verdadera libertad humana, elemento indispensable, según la concepción cristiana, del orden social, considerado como orga­nización de paz. En vano multiplicará ella sus llamamientos a hombres privados de esa conciencia, y aún más inútilmente los enderezará hacia una sociedad que ha quedado reducida a puro automatismo.
Tal es la demasiado difundida debilidad de un mundo que gusta llamarse con énfasis “el mundo libre”. O se engaña o no se conoce a sí mismo: no se asienta su fuerza en la verdadera libertad. [... ] De ahí proviene también, en no pocos hombres autorizados del llamado “mundo libre”, una aversión contra la Iglesia, contra esta importuna amonestadora de algo que no se tiene pero que se pretende tener y que, por una rara inversión de ideas, se le niega con injusticia precisamente a ella: hablamos de la estima y del respeto de la genuina libertad.
Mas la invitación de la Iglesia todavía encuentra menor re­sonancia en el campo opuesto. Aquí, en verdad, se pretende estar en posesión de la verdadera libertad, porque la vida social no fluctúa sobre la inconsciente quimera del individuo autóno­mo, ni hace al orden público lo más indiferente posible a va­lores presentados como absolutos; antes bien, todo está estrecha­mente ligado y dirigido a la existencia o al progreso de una determinada colectividad.
Pero el resultado del sistema de que hablamos no ha sido feliz, ni ha hecho más fácil la acción de la Iglesia: porque aquí está menos tutelado aún el verdadero concepto de la libertad y de la responsabilidad personal. Y ¿cómo podría ser de otro modo, si Dios no tiene allí su puesto soberano, si la vida y la activi­dad del mundo no gravitan en torno a Él ni tienen, a El por cen­tro? La sociedad no es más que una enorme máquina, cuyo or­den es sólo aparente, porque ya no es el orden de la vida, del espíritu, de la libertad, de la paz. Como en una máquina, su ac­tividad se ejercita materialmente, destruyendo la dignidad y la libertad humanas.
(Radiomensaje de Navidad, 24 diciembre 1951.)
Quien encontrase infundada nuestra solicitud por la verdade­ra libertad al referirnos, como lo hacemos, a la parte del mundo que suele llamarse “mundo libre”, debería considerar que tam­bién en él, primero la guerra propiamente dicha, luego la “gue­rra fría”, han conducido forzosamente las relaciones sociales en una dirección que inevitablemente restringe el ejercicio de la libertad misma.
(Radiomensaje de Navidad, 24 diciembre 1952.)
Para asegurar la libertad del hombre, preciso es que la so­ciedad esté ordenada de acuerdo a su estructura natural, o sea conforme al supremo Ordenador, dando de lado a la "idolatría" tecnológica y mecanicista.
La religión y la realidad del pasado enseñan que las estructu­ras sociales, como el matrimonio y la familia, la comunidad y las profesiones mancomunadas, la unión social dentro de la pro­piedad personal, son células esenciales que aseguran la libertad del hombre y, con ésta, su papel en la historia. Son intangibles, por lo tanto, y la sustancia de ellas no puede estar sujeta a ar­bitrarias revisiones.
Quien de veras busca la libertad y la seguridad, debe resti­tuir la sociedad a su verdadero y supremo Ordenador, persua­diéndose de que solamente el concepto de sociedad que deriva de Dios lo protege en sus empresas más importantes. El ateísmo teórico y aun práctico de quienes idolatran la tecnología y el proceso mecánico de los acontecimientos, acaba necesariamente por Convertirse en enemigo de la verdadera libertad humana, puesto que trata al hombre como a las cosas inanimadas en el laboratorio.
(Radiomensaje de Navidad, 23 diciembre 1956.)
Selección tomados de César H. Belaúnde, “La política en el pensamiento de Pío XII”, EMECÉ editores, Buenos Aires, 1962, págs. 143-148.